jueves, 3 de enero de 2013

La brújula del cielo IV



Pyx se mantenía alejada de Inar. Aún no había abierto la valla de la casa pero tenía la mano puesta  en ella, con la intención de abrirla. Todo era muy confuso para ella. No era posible que un simple humano la conociera, quizás su nombre pero no que fuese una estrella, no que formara parte de su memoria y que ella ni siquiera lo recordaba. Se había convertido en un cuerpo humano hacía tan sólo un día. Aquél chico estaba mintiendo. Pero no sabía por qué.

-No te haré daño-comenzó de nuevo Inar- Vamos Pyx, entra en la casa, es peligroso para ti que te quedes fuera, te estarán buscando…

-¿A mí?, ¿Quién?

-Entra y te lo explicaré todo-volvió a susurrar Inar, esta vez con súplica en esa última palabra.

-No-sentenció y abriendo la valla con rapidez salió corriendo. Dejando a Inar con la mirada enrabietada y perdida.

Volvió a internarse en el bosque. No había pensado en que haría a partir de ahora. No sabía cómo sería su vida siendo medio humana, pero no tenía necesidades físicas. Sentía que seguía siendo una estrella, y que por lo tanto no estaba atada a las necesidades humanas que había contemplado en más de una ocasión. Quiso refugiarse de aquel chico. Sus ojos encerraban una verdad que asustaba su interior. Volvía a estar asustada.

Cuando perdió la casa de vista se sentó cerca del manantial de la noche anterior y se sintió en paz durante unos minutos. Tan sólo duró un suspiro, Pyx recobró la calma y esperó. Sintió la presencia de un extraño acercándose a ella desde el otro lado del manantial. Pensó en Inar, Quizá la había seguido hasta allí. Pero no olía como él. No era Inar. Y tampoco era un ser humano. Una figura encapuchada se iba acercando lentamente a Pyx. Era imponente y tenebrosa. Como la sombra más oscura después del último rayo de sol.

-Aquí estás, fugitiva.

La voz parecía venir del cielo. Un eco ensordecedor que amenazaba contra Pyx. Como un bacanal de rayos de sol que arañaban su piel y su fortaleza. Pyx se paralizó. No podía moverse. Aquél ser se iba acercando más y más, cuando estuvo a escasos metros de la pequeña estrella alargó su mano y comenzó a recitar un ritual. Un encantamiento que robaba el brillo de Pyx y lo encerraba en la palma de la mano del encapuchado.

-No-susurró Pyx cayendo de rodillas- Aléjate…no…no puedo…

Se llevó la mano al pecho y comenzó a respirar con fuerza. Cada bocanada de aire parecía quedarse en su boca y no seguir su camino hasta los pulmones. Su fuerza se estaba consumiendo.

Pyx se desmayaba. Estaba perdiendo la noción de sí misma y de todo lo que la rodeaba. Se estaba perdiendo…se estaba rompiendo en mil pedazos. Entonces el encapuchado paró y levantó la vista hacia un punto oscuro del bosque. Inar parecía realmente enfadado, sus ojos desprendían chispas y su cuerpo vibraba como un estallido de cólera. Sus ojos comenzaron a vivir y a brillar de una manera tan intensa que el encapuchado huyó. Sólo por esta vez. Esto le traería consecuencias a Inar. Lo sabía.

Se acercó con cautela a Pyx, y la recogió en sus brazos. Ella no dijo nada. Se limitó a apoyar su cabeza en su cuerpo y a respirar una y otra vez.

-A esto me refería…-le decía Inar mientras la llevaba de nuevo a la casa- No puedes ir tú sola, no hasta… no hasta que estés lista. Es peligroso para ti. Vendrán a por ti en cuanto tengan la oportunidad. No les gusta que las estrellas abandonen la noche.

-¿Cómo sabes tú eso? ¿Por qué sabes tanto de…de mí, de ellos?

Inar no contestó, al cabo de unos minutos estaban dentro de la casa y con suavidad la depositó en el sillón cercano al fuego. La luz de Pyx se apagó y volvió a parecer una simple humana.

-¿Esta casa es especial verdad?

-Sí…encierra dentro de ella todo aquello que sea…sobrehumano.

-Comprendo.

Realmente era interesante pero no era lo que Pyx quería saber. Antes Inar parecía querer decirle muchas cosas, muchos recuerdos y misterios, ahora se mantenía reservado, dándole espacio. Se lo agradecía.

-¿Qué era esa cosa?, no era humano ni tampoco era una estrella.

-Son los guardianes de la noche, los espíritus de la oscuridad. Son siervos de la luna, su ejército en la Tierra- Inar se sentó en el suelo, apoyando su cabeza en la chimenea.

-¿Cuál es su misión, exactamente?¿ Atrapar a las estrellas fugitivas y destruirlas?

-No. Sólo intentaba robarte tu luz. No puede obligarte por la fuerza, porque no pueden tocarte. Recuerda. Son espíritus. Se alimentan de tu vida para poder después devolverte…a la noche.

-Pero yo no quiero volver allí, no quiero volver a estar encerrada ni sentirme atrapada en aquella inmensidad. Acabaré por consumirme antes de que encuentre una razón lo suficientemente fuerte como para no autodestruirme…

Inar la miraba con admiración y tristeza. Su pequeña Pyx. Podía verla detrás de esos ojos azules oscuros.

-No podrás huir eternamente, y eso es cierto. Necesitas dejar de ser una estrella, necesitas dejar de ser eterna. Ser humana.

-¿Eso es posible?

-No es imposible. Puede que ni siquiera funcione pero…es lo único que puedes hacer. La Luna no podrá negártelo.

-¿El que Inar?. Explícate mejor, haré cualquier cosa. Lo que sea- La voz de Pyx parecía suplicar, aunque se tratase de un suicidio.

-Debes hacer una promesa. Tienes que hacer una promesa y debes cumplirla. Sea lo que sea lo que prometas debes jurar que lo cumplirás. Sólo así te permitirán vivir como humana…

-Vale-dijo Pyx sin pensar- ¿Cómo? ¿Cuándo?

-No es ninguna broma Pyx, debes tomártelo muy enserio. Después no habrá marcha atrás. Dejarás de ser una estrella.

1 comentario:

  1. Aaaaaaaaaalaaa no!! Me gustaba Pyx, me gustaba que fuese una estrella caída del cielo... Daba un poco de sentido a una de mis frases favoritas!
    Joo Cold se está poniendo interesante, ahora si qe sí tienes que escribir la proxima parte prontooo! :)

    En el fondo me gusta Pyx sabes? qe esté dispuesta a todo, a un cambio tan grande... Es muy valiente :)

    Escribe! Te lo digo muy en serio, no me dejes con la intriga :)
    Te quiero muucho Cold mee!! :)

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