lunes, 8 de junio de 2015

Ni tan sólo fuimos


 

Recuerdo que sólo existimos en la fugacidad de ese momento,
en un momento
que pudo escaparse,
que no atrapamos,
que se negó a ser infinito,
y que seguramente,
sólo fue mío,
porque,
aunque no te lo creas,
también pudo ser nuestro.
Lo sé,
no me perteneces,
yo tampoco soy de las que se hacen a nadie,
y siendo sinceros:
no hay nadie que sea capaz de hacerse por mí,
pero todavía no he firmado ningún trato
con ningún contrato que me niegue imaginar
qué tipos de vida podíamos haber destruído
que ya cuento
que nos haría falta más de una
para acordarnos de todas nuestras ruinas
a las que sucumbimos
con muchas huidas
y pocas heridas,
porque,
casi seguro,
que nos dañábamos todos los días,
que encontrábamos belleza en estrellas vasos
que nos contuviesen las mañanas
por reventar las noches,
de los que tenían posibilidades de amarse
pero ni siquiera lo intentaron,
doliéndonos por el exceso de telarañas en las ganas
como un simulacro de incendios
que se apagaban hacia dentro
y sin previo aviso se incendiaban
con sonrisas hasta arriba de reproches
por saber
que querernos
sin querer,
no sería suficiente.
Que yo sé,
y aunque tu orgullo nos precede,
nos resbalaron las prohibiciones
por arrancarnos la piel aquella noche
y no hubo más abandono
que el que tú me dejaste,
me ataste a tus alas
con preludio de desastre,
y te puedo asegurar,
que nunca en mi vida,
me había sobrado tanto en vértigo,
perdiéndome en la cumbre en la que respiramos,
vacilante,
delirantes,
en sí vivir el resto de mis días
por esa caída constante,
buscándonos como enloquecidos,
perdiéndonos por la locura,
de no volver a repetir,
ese maldito instante.
Asi que te prohíbo que te cueles entre los pliegues de mis sueños,
que de los versos
 tranquilo
que ya me ocupo yo.
Porque menudo teatro el que hicieron tu brazos y tus ojos con los míos,
que podías haberme avisado,
que estabas haciendo como que me querías,
porque hacer
como que no me quieres,
se te escapaba el resto del tiempo.
Que yo no sabía que si intentaba enamorarte me hubieses condenado,
a mí,
que no me hizo falta intentarlo para saber
que condenados ya estaban tus labios
y cualquiera,
con cojones para besarlos.
Que sí, que lo sé,
que me congelé por mí,
que hubiese ardido por tí,
que aún duele,
que ya nada sangra,
que no habríamos sido capaces de salvarnos del
"tú contigo, y todo menos yo"
en una de esas tantas vidas que dejamos de destruir
por miedo a vivirnos,
a hacernos por miedo,
y sobretodo,
por miedo a destruirnos.
Porque nunca nada,
me había dolido tanto antes.