Lo cierto,
es que ella,
tenía pinta de que le habían roto el corazón,
yo había procurado que el mío
siguiese intacto,
pero,
joder,
a veces,
se muestra tan frío y tan inerte,
que dudo que algún día sea capaz
de funcionar en condiciones,
sin ninguna de mis condiciones,
para llegar a querer,
tanto,
como parece que me confiesan sus ojos,
porque,
qué ojos,
qué forma de lanzar verdades,
me dolían tanto,
como si todo este tiempo,
todo a mi alrededor
me hubiese estado mintiendo.
Ella está en mi vida,
pero no hay tanto de mí
para que pueda quedarse,
porque ella sería capaz de hacerme bueno,
decente,
en el mal sentido,
por supuesto,
y yo vivo del anochecer a la noche,
de noche al amanecer,
embriagado por mi propia soledad,
codiciando sentimientos ajenos,
para después,
no dejarme sentir ninguno,
padezco el síndrome del corazón artificial,
ni siento,
ni me dejo sentir,
ni siquiera por ella,
que ha tenido que perderme
para descubrir
el secreto de mi éxito: su fracaso.
Porque ella,
se ha empeñado en que sea yo sea su causa perdida,
mi razón olvidada,
su clavo ardiendo
y yo,
no quiero que me quiera,
no quiero que arda por mí,
que me construya esquemas,
que me hable de agujeros en el alma.
Solo quiero,
que esté sin que haga ruido,
sin amenazar mis murallas,
sin desgastarme el aliento,
porque en el fondo,
prefiero que no esté,
si no puede ser ella.
Porque ella,
aunque no sea como las demás,
no puede saber,
que es diferente.