No
había imaginado que haría tanto frío aquella noche. Sabía que eran los copos de
nieve, desde arriba los había visto caer y adherirse a la superficie de la
tierra pero nunca los había podido tocar. Le gustaban. Ahora podría
experimentar de mil formas diferentes.
Pyx
deambuló durante un par de horas hasta acercarse a un manantial de agua
cristalina. Quería ver el aspecto que tenía, si era tan humano como ella creía.
Se acercó con cautela y se quedó mirando su reflejo. Brillaba. No de la forma
que brillaría una estrella. Claro que no. Pero su piel tenía destellos
brillantes. Eso no era para nada humano. Su pelo era de un blanco-azulado muy
extraño, era muy largo y le daba un aspecto místico que la asustó durante unos
instantes. Tenía los ojos muy claros, de un color que no llegó a identificar.
Toda ella era menuda e insignificante.
Dio un
par de pasos hacia atrás y levantó la vista. Había oído un pequeño ruido al
otro lado del manantial, pero no lograba identificar que era. Era un sonido
gutural, muy fuerte, y parecía tremendamente enfadado. Pyx podía oír su
respiración acelerada, enfurecida y sintió miedo y alivio, un sentimiento que no
era capaz de explicar. Se dejó llevar por el miedo y salió corriendo, todo lo
deprisa que podía. Quería llegar al acantilado de nuevo, en el bosque no
lograba ver el cielo y eso la desquiciaba. Corrió y corrió hasta que llegó a
los límites del bosque. No había llegado al acantilado sino que se detuvo en
medio de una carretera. Vió un coche que se acercaba a ella muy deprisa, Pyx cruzó el asfalto y siguió corriendo. Para cuando sus piernas ya no respondían llegó
a un claro. Podía ver una pequeña casita en uno de sus extremos pero estaba
demasiado cansada para prestarle atención. La noche había llegado a su fin, las
demás estrellas iban desapareciendo en el cielo y en su lugar se alzaba el sol,
majestuoso. El aspecto de Pyx comenzó a cambiar. Su pelo tornó en un castaño
pálido, el brillo de su cuerpo se transformó en un color opaco y sin vida y sus
ojos dejaron de brillar y encerraron la noche en ellos, parecía de un azul muy
oscuro casi antinatural. Estaba cansada, necesitaba dormir. Se acercó a la casa
e intentó buscar un lugar para guarecerse durante un rato para volver a levantarse
al anochecer.
Una
figura la estuvo observando durante todo aquel rato. Se fijó en sus
movimientos, en su forma de caminar. En el titubeo de sus pies al acercarse a
la valla de la casa y abrirla. Era una fugitiva, y él lo sabía. Se acercó con
cautela para no asustarla y la tocó el hombro con suavidad. Pyx se dio la
vuelta con rapidez y puso un par de pasos de por medio entre aquél extraño y
ella.
-Tranquila,
pequeña- susurró la voz- No te haré daño, de verdad.
-¿Quién
eres?-murmuró Pyx con los ojos casi cerrados. No podía soportar la luz del sol,
el sueño se apoderaba de cada parte de su cuerpo. No podía dormirse en aquel
momento. No podía.
-Mi
nombre es Inar, tranquila, de verdad, no te haré daño…
Su voz
se fue perdiendo en la memoria de Pyx a medida que iba cayendo lentamente. Se
fijó en lo familiar que le resultaba aquel chico. Con sus ojos de un profundo
verde-azulado. Antes de quedarse totalmente dormida murmuró su nombre, muy bajito
y casi apenas inteligible.
-Pyx...yo
soy…
Inar la
cogió entre sus brazos antes de tocar el suelo y se quedó mirando a la frágil
criatura. Sonrió con tristeza
-Tú
eres…la brújula del cielo.
Terminando
la frase de la pequeña estrella la introdujo dentro de la casa y veló por ella
hasta que la noche volvió a apoderarse de ellos.
Eeeeeeeeeeh... quiero más!
ResponderEliminarDe verdad, es genial Cold me, me gusta mucho me encanta :) .. Me encanta Pyx y qe cambie de forma de la noche a la mañana..
Y quiero saber quien es ese Inar! Tiene muy muy buena pinta :)
Cómo me gusta poder volver a leerte :) a tí más que a nadie!
te quiero mucho, mucho Cold.