-¿Para
siempre?-el hilito de la voz de Pyx dejaba entrever que en el fondo, temía por
ella misma.
Inar no
contestó, hizo un gesto afirmativo con los ojos que dejaron a Pyx sin habla
durante un buen rato.
-Saldremos a la
noche siguiente, por hoy ya has tenido demasiadas emociones. Y no, no te
preocupes. Aquí nadie podrá hacerte daño. Te lo prometo.
-Inar…¿Puedo
hacerte una pregunta?
El joven la
miro muy serio, y afirmó con la cabeza.
-¿Qué eres tú
exactamente?. Antes pensaba que eras un humano, pero es imposible. Un humano no
sabría tanto de la noche ni de las estrellas. Ni tampoco le brillarían los ojos
de la manera que te brillan a ti…Dime, ¿Eres una estrella? ¿Fuiste una
estrella, como yo?
Inar sabía que
ese tipo de preguntas llegarían. Hasta hace un rato, antes de que Pyx fuese atacada,
estaba dispuesto a contarle todo. A ser sincero con ella, a recordarle quién
era…pero ahora posiblemente no era el momento. Los habían descubierto. A los
dos. No podría contarle nada sin ocultarle detalles. Y Pyx odiaba eso. Aún lo
recordaba.
-Es cierto, no
pertenezco a la Tierra, pero tampoco puedo considerarme que fui una estrella,
sin más. Yo también le hice mi promesa a la Luna hace muchos años…y aunque le
prometí…lo que le prometí…nunca he dejado de ser lo que soy. Lo siento Pyx, me
gustaría contártelo todo, contarte lo que he sido y lo que soy ahora pero…necesitas
verlo por ti misma. Lo siento. De verdad. Perdóname.
Inar se levantó
del suelo y miró a Pyx con intensidad. Con esfuerzo dejó que sus ojos,
verde-azulados recobrasen su inmensidad, sus recuerdos y su vida. Dejó que su conciencia
entrara en la de Pyx y la durmió entre sus brazos.
-Solo podrás
creerme cuando tus recuerdos te digan quién eres- dijo Inar sujetando a Pyx y depositándola
en la cama vacía- Recuérdame Pyx. Por favor.
La conciencia de la pequeña estrella viajaba muy lejos del tiempo y
del espacio. En sus recuerdos más lejanos podía ver el cielo, oscuro inmenso y
silencioso. Podía verse a sí misma, pequeña e insignificante. Tiritando. Como si
fuese un cascabel asustado. Después nada. Silencio. Miedo. Soledad. Hizo un
esfuerzo. No podía acabarse todo allí, tenía que haber algo más, algo que le
dijera quién era. Pero nada. Lo último que sintió antes de volver a despertarse
fue un brillo azul muy intenso que la perforó el corazón. Se le grabó a la
fuerza y sin esfuerzo. Una risa. Una promesa. Y después…otra vez nada.
Cuando Pyx
abrió los ojos ya había pasado un día entero. Volvía a ser de noche. Había
perdido el sentido de las horas y del tiempo y se sentía desorientada. Oh
claro. Ese maldito Inar. Algo la había hecho.
-¿Inar?-le
llamó Pyx muy bajito.
-Pyx-sonrió
Inar entrando por la puerta- ¿Te encuentras mejor?
-Sí…la verdad
es que sí-dijo Pyx estirándose y levantándose de la cama con pesadez- ¿Qué paso
anoche?
-Oh,
nada-murmuró Inar, quitándole importancia- Te quedaste dormida. Estabas
exhausta y te llevé a la cama.
-Mmm-murmuró
Pyx casi para sus adentros. Qué bien se le daba mentir a ese chico.
-Hoy es la
noche, ¿verdad?-comentó Pyx- ¿Hoy le haré mi promesa a la Luna?
-Sí-Inar
pareció perder todo el brillo de su sonrisa, y quedó camuflada por una sombra
que se instaló en sus ojos- ¿Estás preparada?
-Supongo… ¿No
puedo preguntarte que promesa le hiciste tú, verdad?
-No. Ella te
pondrá sus condiciones pero tú debes saber bien que es lo que quieres. No
olvides tu propósito. Es muy importante que no te dejes vencer. Yo estaré ahí contigo,
por si me necesitas.
Hasta ahora no
le había dado las gracias. Ni una sola vez, y le había salvado la vida, le
estaba dando una oportunidad y ni tan siquiera le había dado las gracias.
Aunque no le fuese a decir quién era ni porque se interesaba tanto por ella, al
menos eso se lo debía.
-Gracias Inar,
de verdad. Por todo lo que estás haciendo por mí. Realmente, no sé qué
intenciones tienes, ni porque te estás molestando tanto, por mí. Pero gracias…gracias,
de corazón.
-De nada,
Pyx-la sonrisa volvió al rostro de Inar, como si se tratase de un chasquido.
Pyx también sonrió con él. Era la primera vez que lo hacía desde que llegó a la
Tierra. Qué sensación tan extraña.
Ambos se
acercaron a la puerta. Pyx se deshizo de un mechón indecente que se había
pegado a sus pestañas, a la vez que se estiraba el vestido gris pálido que llevaba.
Inar cerró los ojos una y otra vez y respiró hondo, antes de abrir la puerta de
la casa. Primero salió Pyx y después él. El aspecto de Inar se mantuvo imperturbable
mientras que el de Pyx fue cambiando radicalmente, hasta ser una destello
brillante y luminoso.
-Sígueme, Pyx.
La promesa sólo funcionará si la llevas a cabo allí dónde aterrizaste.
-¿Cómo sabes tú
donde…?
-Mejor no
preguntes. Es el único acantilado que hay por la zona. Lo supuse.
Que irritante
parecía a veces. Ella no era tonta, por mucho que él se lo hiciera. Entendía
entonces que callaba más de lo que sabía. Bueno. Importaba. Claro que sí pero…no
era el momento.
Pyx le siguió
detrás, muy pegada a él. No quería volver a repetir la escena de anoche. Ese
espíritu tan aterrador. Jamás había sentido tanto miedo. Con Inar, por el
contrario, se sentía a salvo. Desde el principio, por mucho que hubiese huido
de él.
Se paró de
golpe. Pyx casi choca con él pero se detuvo a escasos centímetros de su
espalda.
-Inar…¿Sucede
algo?
Sin darse la
vuelta, Inar le pasó un brazo a Pyx por la espalda y la pegó a él. Ahora si podía
sentirlo. Qué extraño. Su olor le resultaba conocido. Aquella noche Inar no
parecía el mismo.
-No te muevas
ni te alejes de mi.
Pyx no contestó.
Sintió una bruma negra adueñándose de su alrededor. Como todo parecía estar
sumergido en una incesante oscuridad. De nuevo esa sensación. Habían vuelto.
Los guardianes estaban ahí, rodeándolos.
-Has
traicionado a tu promesa, estrella-murmuró un eco en el vacío.
-Oh, ¿enserio?.
Creedme…no es para tanto. Dejad que se vaya. Tiene su derecho. Y lo sabéis- la
voz de Inar era fría y neutral.
-Danósla. Debe
volver a dónde pertenece. Su sitio no es este- parecía el susurro de otra voz
distinta, más profunda y amenazante.
Los guardianes
se materializaron en figuras encapuchadas. Altas y delgadas. Imponentes y
malignos.
Pyx comenzó a
temblar, se agarró de Inar con fuerza pero este se deshizo de su apretón y la
agarró muy fuerte de los hombros, acercó su boca a su oreja y le susurró
palabras, muy bajo, casi inaudibles.
-Corre Pyx,
déjate llevar por tu instinto y encontrarás el camino. Eres la brújula del
cielo. Tú me encontraste, gracias a eso…ahora déjate llevar y no mires atrás.
La pegó un
empujón. La sacó del círculo de los guardianes y la dedicó una última mirada.
Pyx se había caído al suelo, estaba paralizada. Intentaba hacer lo que le había
dicho pero no podía. Inar…No podía dejar a Inar. Era como un impulso
irrefrenable. ¿por qué? ¿por qué?.
Inar miró al
cielo y cerró los ojos. El brillo natural de su cuerpo volvió a él, como el de
Pyx. Eran exactamente del mismo color blanquecino y azulado. Su pelo comenzó a
crecer a adquirir tonalidades azules y grises. Su cuerpo centelleó en un
fogonazo de luz y desapareció. No había rastro de ningún cuerpo humano. En su
lugar había adoptado la figura de un lobo. Enorme y furioso.
En los ojos de
Pyx todo comenzó a ir demasiado deprisa.
Podía
ver retazos de recuerdos en su memoria, castigándola. Estaba sola o eso creía.
En la inmensidad del cielo nocturno otra estrella cálida se encontraba a su
lado. Su brillo era aun más fuerte que el de ella. Escondía en su interior una
de las sonrisas más hermosas que había visto en su vida, parecía de un color
verde-azulado muy extraño. Enigmático. Como si escondiese un gran secreto. Era
su compañero. Su estrella. La única razón que valía la pena…
Todo se paró.
Pyx se levantó y gritó, con todas sus fuerzas, como si su voz fuese un
desgarro.
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¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ LUP !!!!!!!!!!!!
Ohhh ** !
ResponderEliminarMe gusta, me gusta! Qué digo... Me encanta ^^! Si, de veeeerdad Cold me!
Tengo muchas ganas de saber cual es el final de la historia, de saber que pasa con Inar y con Pyx... Intuía que se conocían pero quiero saber mááááás! :D
Más te vale que lo tenga mañana delante de mis ojos Cold ^^
Te quiero mucho, me encanta de verdad!